Esta composición representa la cumbre creativa de Aita Donostia, siendo su obra más ambiciosa y elaborada, además de la de mayor envergadura. Compuesta para orquesta sinfónica, triple coro y voz solista, esta obra alcanza una profundidad artística sin precedentes, mostrando tanto la madurez del lenguaje musical del compositor como su capacidad para explorar nuevos horizontes sonoros. En ella se aprecia la influencia de las vanguardias musicales más avanzadas de la época, llegando a emplear, en ocasiones, técnicas como la politonalidad y la bitonalidad.

La génesis de La vie profonde tiene sus raíces en el éxito de la obra anterior de Aita Donostia, Les trois Miracles de Sainte Cécile. Tras el estreno de esta, Donostia decidió emprender un nuevo proyecto conmemorativo para 1926, año en que se celebraba el séptimo centenario de la muerte de San Francisco de Asís. Este motivo llevó a Donostia a sugerir a Henri Ghéon que escribiera una obra sobre la vida del santo, una petición a la que el dramaturgo accedió. Inspirado por este texto, Donostia compuso las Ilustraciones Musicales, concebidas como un tributo musical a San Francisco.